No ha pasado una semana desde que la Vuelta alzara el telón en el majestuoso Arena de Nimes y la rutina ya se ha instalado en nuestras vidas. Da igual el día, el país o el perfil de la jornada porque la realidad siempre es la misma. El calor es incómodo y pegajoso, la canción de la Vuelta se vuelve pegadiza por aplastamiento en cada salida o meta que se tercie y Chris Froome no desaprovecha ninguna oportunidad para demostrar que esta es su Vuelta Ciclista a España.
Se las sabe todas el británico. Ya son muchos años perdiendo la carrera en la que se descubrió y cada uno de sus tiros al palo no son más que dosis de motivación para llevarse de una vez por todas el maillot rojo. Aprovechó la fuerza del Sky en la crono por equipos, no fue de los más perjudicados en la escabechina que formó el Quick-Step el segundo día y en las dos jornadas montañosas ha atacado y ha dejado un reguero de víctimas a las primeras de cambio. Solo Esteban Chaves ha estado a su altura los dos días, pero el colombiano se dejará hasta el apellido en la contrarreloj de Logroño con la que ya comenzará a tener pesadillas. Froome es la canción del verano, y a día de hoy parece imposible que alguien le arrebate el número uno.
La inédita llegada a la Ermita de Santa Lucía nos recordó un poco a lo que ha sido la Vuelta en los últimos años. Una etapa tranquila para los favoritos – fuga consentida mediante – y quince minutos de esfuerzo máximo en una rampa de pendientes imposibles. Esas, donde Chris Froome y su molinillo pueden hacer también daño a rivales más diesel como Nibali, Aru o Bardet. Hoy los tres se han dejado tiempo junto a David de la Cruz, la gran esperanza de la parroquia española. Con los mejores estuvo Contador, recuperando sensaciones en una Vuelta donde ya está descartado en la general.
Cuestacabrismo aparte, la etapa nos regaló una bonita fuga con intriga hasta el final. Aunque falten sprinters, hay que reconocer que el nivel medio de la Vuelta ha subido mucho y eso la va a convertir en la mejor de las grandes del año a poco que se mueva el árbol y haya emoción. Alaphilippe, Lutsenko, Soler, Kudus o Villella – entre otros – dieron lustro a una fuga que otros años estaría cargada de desconocidos. Al final, el kazajo se ha llevado el gato al agua gracias a sus piernas y también a un ataque muy inteligente antes de llegar a la subida final.

La etapa mediterránea de hoy nos deja otro nombre propio: Gianni Moscon. Tiene 23 años, compite en su primera gran vuelta y es un hombre destinado a perpetuar la dictadura del Sky. Primero como gregario y quién sabe si en el futuro como líder. Funciona bien en crono – es el actual campeón italiano – y hoy subiendo ha dado una exhibición dejando el pelotón en siete unidades a las primeras de cambio. De hecho, su jefe de filas ha sufrido para estar a su altura en la primera parte de la subida. Cogerle el punto a Froome es cuestión de tiempo, lo que ya es una realidad es que el Sky ha encontrado otro corredor de equipo para seguir con su dominio en el Tour en las próximas temporadas.
Mañana el menú de la Vuelta nos depara otro final nervioso en Sagunt con el Garbí como juez de una etapa reservada – eso parece – para la fuga. Mismo plato del día para el viernes, con el alto del Castillo en la aproximación a la bonita llegada en Cuenca. Ya para el fin de semana aparecen en el horizonte Xorret de Catí y Cumbres del Sol. Hablamos de dos finales en cuesta conocidos y similares al del día de hoy, que ofrecerán nuevas oportunidades a Chris Froome que tiene ganas de atacar en cada rampa. Visto lo visto, el líder del Sky no tiene pensado perdonar ni un solo día a sus rivales.