Han pasado tres semanas de playa, montaña, chiringuito y calor. Las temperaturas siguen siendo altas, las bicicletas vuelven a tomar protagonismo a la hora de la sobremesa y los paisajes de montaña nos siguen dejando a todos con la boca abierta. El amarillo se ha cambio por el rojo y el pelotón ha mudado de piel, modificando el color blanco por el negro habitual. Son pequeños cambios, detalles imperceptibles que no cambian el destino de un ciclismo dominado por el equipo Sky y un Chris Froome que ha venido a ganar La Vuelta por aplastamiento. Este no es año para los potenciómetros y las remontadas, este es un año para dominar la carrera desde el principio.

Al tercer día llegaron las hostilidades. Sin estrategias, sin mirar las caritas de los rivales o buscando especular con eso de que todo el mundo llegaba cansado del Tour. Sky tiró la casa por la ventana desde la Rabassa y demostró que su equipo sigue siendo el dream team con Gianni Moscon y Diego Rosa como gregarios de lujo. Los secundarios cumplieron y Froome sacó a pasear el molinillo en la Comella. No habíamos visto un ataque así en todo el Tour, pero su ofensiva de más calidad de toda la temporada no fue definitiva porque Esteban Chaves estuvo a la altura. El colombiano parece recuperado al 100% tras una temporada difícil y ya sabemos que la convocatoria de septiembre le sienta de maravilla. Por detrás todos de uno en uno, aunque la bajada permitió el reagrupamiento de – entre otros – Bardet, Aru y Nibali. Vamos, los que vienen siendo los otros tres grandes favoritos a llevarse la carrera. También consiguió enlazar De La Cruz, la esperanza española, ya que Alberto Contador se quedó demasiado lejos. El de Pinto ha dicho que ha sido un mal día, pero esta jornada le deja imposible luchar por la general en su última carrera como profesional. Todavía más lejos se quedan los jóvenes del Movistar, que firmaron una tarde decepcionante, como la de Jungels, Barguil o Zakarin.
Casi todos los favoritos respondieron a la perfección en un día de montaña tan madrugador. Las decepciones: Contador, Jungels, Zakarin y el Movistar
En Andorra se peleó por la victoria y por las bonificaciones porque el rojo estaba en juego. El que tuvo más diente fue Nibali, especialista en finales nerviosos y en ganar en grupos pequeños como el de hoy. El tiburón apareció en la llegada y en la celebración, recordando que es el que ha llegado más fresco de todos a la Vuelta. Segundo fue De La Cruz, que rozó vestirse de rojo como el año pasado en el Naranco, pero que se quedó de azul por un sprint intermedio donde Froome había demostrado ambición. Tanta, que hasta Diego Rosa le restó un segundo. Al tercer día el británico ya es maillot rojo con dos segundos de ventaja sobre el que será su gregario de lujo el próximo año. Así es el ciclismo actual, así es el dream team del Sky.

Los favoritos ya han superado el primer parcial con nota. Y los candidatos siguen siendo muchos en una general apretada – made in Vuelta – que se mantendrá en principio así hasta la contrarreloj. Allí solo hay un candidato a dar un golpe en la mesa y se llama Chris Froome. Ese es el comodín del británico, ese as en la manga que siempre tiene y que le hace superior a todos su rivales con los que tiene un nivel similar en la montaña. Allí le deben sacar por lo menos dos minutos si quieren tener aspiraciones reales a vestirse de rojo donde importa, en la Cibeles.
La Vuelta se relaja mañana en Tarragona con otra de las escasas oportunidades que tienen los sprinters. Después, llegará el tiempo para los finales en alto y nerviosos, sin acumular grandes encadenados. Por suerte, los que hacen bonita la carrera son los ciclistas y en esta edición se han juntado unos cuantos que tienen ganas de dignificar a este maravilloso deporte. Froome, Nibali, Aru, De La Cruz, Chaves o Bardet prometen espectáculo todos los días y la Vuelta sonríe mientras su convocatoria se vuelve cada vez más relevante.