Es día de resaca emocional y de vacío existencial. Pocos días se hacen tan extraños como el primer lunes después del Tour de Francia, ese donde las noticias y la emoción dejan paso a la nostalgia y a los recuerdos de tres semanas muy intensas en la vida del aficionado ciclista. Ahora llega el momento del análisis, los «y si…» y también de la cuenta atrás para la Vuelta Ciclista a España, la próxima cita de tres semanas que todos esperamos. Hoy es un día extraño y también lo será para Mikel Landa, un hombre que prácticamente ha dado por finalizada su temporada y que lo ha hecho con un sabor agridulce difícil de olvidar.
«Me sabe a poco». Así resumía Mikel Landa su medalla de chocolate tras la crono de Marsella, esa donde estuvo tan cerca del pódium que no se lo podía creer. La actuación de Bardet fue para olvidar y por menos de un segundo el alavés rozó una plaza del pódium que habría merecido por su trabajo y su nivel mostrado como escudero de Chris Froome. Las frías estadísticas también sirven para darle más dramatismo a lo sucedido, ya que nunca antes un ciclista se había quedado fuera del pódium por solo un segundo.

Hoy será un día difícil para Landa, que seguro que ya habrá repasado una y otra vez los días en los que se ha dejado el pódium. No era su objetivo inicial, pero restando bonificiones en Peyragoudes y dejando algo más de manga ancha a su fuga en Foix por parte de su equipo el alavés hubiese sonreído en los Campos Elíseos. Sin embargo, tampoco se le puede achacar nada a un Sky que ha sumado su objetivo fundamental e incluso nos sorprendió en el Izoard con una ofensiva por el pódium nunca antes permitida en el equipo. A pesar de todo, es el momento de que Landa abandone el barco y aterrice – parece – en Movistar.
Allí tendrá que compartir liderato con Nairo Quitana y parece que no será complicado ya que el alavés quiere liderar a su nuevo equipo en el Giro. Es una carrera que le encanta, donde se subió al pódium hace dos años, pero en la que cuando ha ido con galones – esos que le faltaban en el Tour – nunca ha acabado de rendir. Lo reconocía Landa estas semanas, que no es fácil lidiar con la presión de ser líder de un equipo, algo que él en el Sky no ha acabado de probar al 100% y menos en el Tour. El alavés ha subido su cotización durante estas tres semanas y además ha demostrado soltura, liderazgo y capacidad de enganchar a la afición. Da gusto escucharlo en los medios, algo que es básico para arropar también la figura de un gran campeón.

Del futuro de Landa – entre otros – dependerá la mejora de salud del pelotón español en los próximos años. Este ha vuelto a ser un Tour en blanco y mirando con envidia a nuestros vecinos, y sobre todo ha vuelto a ser una Grande Boucle donde se ha puesto sobre la mesa que será difícil volver a vivir otra época dorada. Mikel Landa es la esperanza y tiene las condiciones y el talento necesario para encabezar las aspiraciones ciclistas españolas de lo próximos años. Ojalá que esta medalla de chocolate sea una mera anécdota en la carrera ciclista de Landa. De momento, toca digerirla y empezar a soñar e imaginar nuevos objetivos – para él y para todos – de cara a un futuro incierto y ojalá prometedor.