Se esfumó la etapa reina del Tour. Fue muy rápida, fugaz – de esas que los ciclistas hacen con adelanto sobre el horario previsto – a pesar de lo duro e interminable que se hace un puerto de leyenda como el Galibier. Fue un día extraño, con un contrarrelojista triunfando tras una larga fuga y con una nueva ofensiva de Alberto Contador – con valentía pero sin piernas – que fue lo que puso más picante a toda la jornada. Entre los favoritos el trending topic fue el miedo, el que provoca el equipo Sky y que sirve para paralizar a todos los rivales de Chris Froome. Solo el renuncio de Fabio Aru provocó la ofensiva, que sirvió para que Bardet y Urán se suban al pódium a solo tres días de París.

En la estación de esquí de Serre Chevalier Mikel Landa volvía a ser el hombre más buscado. Otro día más con los más fuertes, otro día más cerquita de su líder y otra jornada donde ha demostrado una fortaleza que otros envidian. Sin embargo, Landa hablaba de sensaciones difíciles mientras dejaba entrever los planes de su equipo para mañana. Él buscará el pódium, con sinceridad, ya que Froome quiere dar un golpe de autoridad que haga que la jornada sea propicia para su equipo.
Pocos conceptos están tan relacionados como “golpe de autoridad” y Chris Froome. Siempre en sus tres Tours ha dejado jornadas de gloria, esas que le han servido para sentenciar a sus rivales y dejar la carrera paralizada hasta el final. En 2013 su puñetazo sobre la mesa llegó en AX 3 Domaines, en 2015 copió la exhibición en La Pierre de Saint-Martin y el año pasado llegó la innovación. ¿Quién no recuerda el ataque del británico bajando el Peyresourde camino a Bagneres de Luchon? Otro golpe de autoridad, otro día digno de vestirse de amarillo a lo grande hasta París.
Este año lo de Froome ha sido otra cosa. Ha basado su escasa ventaja en la contrarreloj inicial y en la regularidad. Todo esto se ve aderezado con la tranquilidad que da la crono de Marsella a solo 24 horas del final del Tour. Sin embargo, los aficionados ciclistas echan de menos esa exhibición del británico que podría llegar (¿por qué no?) mañana en el Izoard. Al británico le sirve con conservar, con resistir a los ataques de Bardet y Urán, pero quizás todavía nos tenga deparada una sorpresa para el último día alpino. Eso nos ha dejado entrever Mikel Landa que buscará pescar en río revuelto y sabe que será más fácil si las hostilidades las abre su compañero de equipo.

Urán y Bardet sí que están obligados a atacar. No sabemos si volverán a presentarse a solo tres días de París a menos de 30 segundos del amarillo, así que los dos seguro que intentan algo en el Izoard aunque sus fuerzas vayan muy justas. El que parece que tiene menos gas en esta tercera semana es Fabio Aru. Hoy lo ha pasado fatal, pero ha demostrado una capacidad de sufrimiento brutal que le mantiene con opciones hasta el último día. Si alguno de sus rivales falla se subirá al pódium, aunque lo más lógico es que la medalla de chocolate acabe siendo para él.
Con las fuerzas tan igualadas parece muy difícil que la carrera vaya a cambiar demasiado mañana en el Izoard. Hablamos de otro puerto legendario, pero donde solo un desfallecimiento – o una táctica genial – podría hacer perder el Tour a Froome teniendo en cuenta que el sábado jugará en casa con la crono. El británico sigue tachando días de amarillo, soñando con llegar a París cuanto antes y también con ese día que le falta, ese donde pueda demostrar a todos su fortaleza con un golpe de autoridad.
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