Hay pocas sensaciones en la vida más duras que la frustración. Un sentimiento cargado de rabia y de impotencia que suele aparecer en los momentos de espera. Una de las emociones más difíciles de gestionar, sobre todo cuando aparecen en la carrera de un joven deportista que ha llegado a la elite para comerse el mundo. Pocos ciclistas entienden el significado de la frustración como Miguel Ángel López, uno de los jóvenes que venía a reinar en la primavera del ciclismo colombiano y que se ha quedado paralizado por culpa de la alergia. Un corredor cargado de futuro que necesita recuperar confianza para cambiar su destino actual en el ciclismo profesional.
He visto a pocos ciclistas con la cara tan cargada de ilusión como a Miguel Ángel López en el Balneario de Laias hace algo menos de un año. Iba a comenzar su primera gran vuelta – con 22 años – y lo hacía con muchísimas expectativas tras un crecimiento exponencial año a año. Sorprendió a todos en el Porvenir del 2014, se presentó en sociedad entre los profesionales en Burgos 2015 y arrasó en la Vuelta a Suiza del año pasado. Paso a paso, logro a logro y carrera a carrera Superman López comenzaba a levantar el vuelo y a convertirse en la mayor esperanza de futuro del equipo Astana. Tanto, que se convirtió en el líder indiscutible de su formación para la Vuelta a España.

La ronda española arrancó a toda velocidad con una contrarreloj por equipos en la Galicia termal, esa de la que Miguel Ángel López no debe guardar un buen recuerdo. Empezó cruzado con problema mecánico en la contrarreloj y camino a Ézaro – la primera gran subida de la Vuelta – se estrelló contra el asfalto. El parte médico era muy duro (traumatismo facial y rotura de varios dientes) pero el colombiano resistió todavía tres etapas más en carrera hasta que otra caída lo hizo decir basta. Fue una primera semana horrible, de aprendizaje a base de duros golpes, y que le hizo volver más fuerte a final de temporada para ganar la Milán-Turín.
Fue entonces cuando volvió a su Colombia natal para descansar, coger fuerzas y afrontar con muchas más ganas la temporada actual. Todo iba bien hasta noviembre, cuando la desgracia se volvió a cruzar a lo grande en su camino. Fue en un entrenamiento rutinario, sencillo, pero donde por culpa de una caída sufrió una fractura de tibia. Médicos, operación, fisios y muchos meses en el dique seco cargados de frustración hasta la recuperación definitiva para su carrera fetiche: la Vuelta a Suiza. Allí ha vuelto a sentirse ciclista esta semana y allí ha vuelto a ver como otra caída lo dejaba paralizado. Otra vez esa sensación, otra vez esa impotencia y otra vez la maldita frustración.

Por suerte, Superman López no sufre lesiones importantes. Se ha llevado otro duro golpe en el rostro y tiene alguna pequeña fractura en la mano derecha. Ahora deberá esperar, recuperarse e intentar llegar lo mejor posible a la Vuelta Ciclista a España, su gran objetivo del año. Miguel Ángel López volverá entonces a la línea de salida, a ese lugar donde se plantaba hace menos de un año cargado de ilusiones y ganas de demostrar que la generación del 94 también está preparada para hacer cosas grandes en el ciclismo. Estará en Nimes, un año después, tras doce meses para olvidar que le harán tener más ganas que nunca de demostrar su valía. Ganas de volver a atacar, sentirse corredor y volar sobre la bicicleta. Pero sobre todo, ganas de olvidar una de las sensaciones más horribles en la carrera de un deportista: la frustración.
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