Hay recuerdos de la infancia que nunca seremos capaces de borrar de nuestra memoria. Es curioso, pero en mi caso todos ellos están relacionados con los veranos en el campo. El primer paseo por el monte, la tarde donde aprendimos a andar en bicicleta, esos atardeceres que marcaban la hora de regreso y esa puerta de la casa de tus abuelos donde año a año ponían una pequeña marca con tu altura. Esa marca era algo así como un reto personal, donde no importaba engañar a tus familiares poniéndote de puntillas ya que el objetivo era certificar que habías crecido. Será cosa de romanticismo, pero cada vez que pienso en la progresión de un ciclista joven me acuerdo de esa marca. ¿Por qué? Porque ellos van creciendo año a año mientras todos medimos en nuestra puerta imaginaria su progresión.
Hace tiempo que las marcas en la casa del pueblo de Vilanova i la Geltrú no sirven para medir la progresión de Marc Soler. Ese niño que iba para portero y que ahora emerge como una de las grandes esperanzas del presente y el futuro del ciclismo español. Recuerdo que escuché su nombre por primera vez durante el Tour 2015, ese en el que estábamos todos muy preocupados porque Movistar prefería copar el pódium antes que intentar quitarle el maillot amarillo a Chris Froome. Recuerdo muchas discusiones en la radio – de las que se escuchan y de las que no – y en una de ellas alguien comentó que teníamos que estar atentos a otro chaval del equipo, que podía dar mucho que hablar en el Tour de Porvenir. Allí se coronó Marc Soler a finales de agosto, con una actuación enorme, y justo al día siguiente conseguimos charlar con él en el Vestuario de Radio Exterior de España (min 11). Marc estaba contento y me pareció un chaval muy centrado para la edad que ponía en su DNI. Recuerdo que se definió como «un ciclista que se defiende en todos los terrenos», algo que ha ido convirtiendo en una realidad en estos dos años.
Porque desde esa victoria el ciclista catalán no ha parado de crecer. Lo ha hecho, además, con la fortuna de estar en un equipo donde no andan faltos de victorias. Él puede progresar poco a poco, centrado en lo suyo, porque los focos ya apuntan lo suficiente a Alejandro Valverde y a Nairo Quintana. Apareció en la Ruta del Sur del año pasado para ser un gran gregario del colombiano que le regaló una etapa. Tras esa carrera volvía a surgir la misma pregunta que se le hace en casi todas las entrevistas. ¿Cuándo te van a llevar a una grande? Y Marc, tranquilo como siempre, repetía que eso no era algo que dependiera de él, que lo que decidiesen desde el equipo era lo correcto para su progresión.
Ya esta temporada apareció todavía más maduro para dejar sus pinceladas de clase en París-Niza y, poco después, subirse al pódium en la Volta a Catalunya, la carrera de casa. Fue su mejor semana como profesional, esa en la que se llevó elogios por todos lados y en la que Alejandro Valverde declaró que “sería capaz de ganar lo que se proponga, incluso grandes vueltas”. De ahí a descansar y a coger fuerzas para reaparecer en la Vuelta a Suiza esta semana. Allí ha destacado en la primera etapa de montaña, aguantando con todos los favoritos hasta el último kilómetro. Otro paso en su crecimiento, otra marca en la puerta de casa de sus abuelos que cada vez se queda más pequeña.
No estará en el Tour y probablemente tampoco lo veamos en la Vuelta. Será el año que viene – con 24 añitos – el elegido por Movistar para que debute en una de las carreras donde está llamado a funcionar muy bien. Sus características así lo dicen, porque «va bien en todos los terrenos», y ya ha demostrado que es capaz de destrozar y poner en jaque a un pelotón profesional. Así va creciendo Marc Soler, con el freno de mano puesto, sabedor de que en su equipo quieren moldear un ciclista ganador paso a paso, centímetro a centímetro, marca a marca. Movistar es algo así como ese abuelo experto que espera que las cosas lleguen a su tiempo. Ese que sabe que anticiparse no sirve absolutamente para nada.
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