Martín Ramírez, un escarabajo pionero

En épocas de primavera el invierno parece más lejano que nunca. Es algo así como una sensación de bienestar, de alegría y de ilusión que nos hace olvidar la fina línea que separa a dos estaciones tan diferentes. Dos estados de ánimo opuestos que nos llevan de la luz a la oscuridad, de la ilusión a la decepción y por supuesto de la locura a la indiferencia.

Hace tiempo que el ciclismo colombiano vive su mejor primavera: la más larga, la que florece en todos los terrenos y en la que la alergia no pasa de un simple estornudo cargado de alegría. Pero hubo un tiempo donde todo era invierno, donde los escarabajos no conseguían llegar a la época del deshielo y solo algún que otro destello les permitía sacar el arcoíris de la esperanza.

Uno de los chispazos de alegría más recordados por los aficionados colombianos se produjo en la Dauphiné de 1984 – esa carrera que mañana arranca en tierras francesas – donde un desconocido escarabajo llamado Martín Ramírez consiguió llevarse la victoria por delante del ídolo local: Bernard Hinault.

Una llegada a Europa cargada de contratiempos

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Ramírez resistiendo a los ataques de Benard Hinault – ©La Ruta del Escarabajo

El ciclismo en los 80 era otra cosa, ni mejor ni peor, pero era algo totalmente diferente a lo que conocemos ahora. En la línea de salida de la Dauphiné se presentaban seis corredores colombianos recién llegados de la Vuelta a Colombia. Corrían por el equipo “Leche La Gran Vía”, ese donde Marcos Rabelo era el director técnico y el delegado era el propio patrocinador: Luis Enrique Pinzón, propietario de la marca láctea.

Aterrizaron en Europa a dos días de comenzar la carrera y lo hicieron con muchísimos contratiempos de última hora. Las bicicletas llegaron de milagro y su equipaje se perdió en el camino, por lo que tuvieron que comprar los uniformes en un centro comercial. Tuvieron que correr sin logos identificativos, pero esos no eran necesarios para querer brillar ante una constelación de estrellas como Hinault, Lemond, Anderson, Roche…una participación casi inmejorable. Solo faltaban en la lista de salida los que corrían el Giro, como Fignon, Kelly o algunos italianos como Moser y Saronni. Entre los seis colombianos había un joven corredor de solo 23 años al que todos llamaban el “Negro” Ramírez y que acabaría consiguiendo una brutalidad: ganar como amateur una de las carreras más importantes de todo el calendario ciclista.

Los escarabajos sorprenden en las montañas

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Hinault atacando ante Pacho Rodríguez y Martín Ramírez – ©La Ruta del Escarabajo

Tras unas primeras etapas de transición los corredores cafeteros comenzaron a dar que hablar en esa carrera francesa de la que muchos paisanos no conocían ni su nombre. La montaña llegó y emergió por encima de todos la figura del colombiano Pacho Rodríguez. Ganó dos etapas y, perfectamente escoltado por Ramírez y Wilches, se convirtió en el líder indiscutible de la carrera a falta de dos jornadas. Colombia vibraba con el amarillo de Pacho, como lo había hecho años atrás con la victoria de Alfonso Flórez en el Tour del Porvenir. Sin embargo, cuando todo parecía hecho, el drama se cebó con el equipo colombiano.

Fue en una etapa durísima, donde Hinault atacó de salida y se fue por delante sacando ocho minutos al grupo de los colombianos. En ese grupo estaba el líder, un Pacho Rodríguez que llevaba días arrastrando unos dolores en las rodillas que le hicieron abandonar. Las esperanzas cafeteras quedaban en manos de Martín Ramírez, tan joven como inexperto, pero  el mejor colocado de la general. Hinault, que había gastado demasiado al comienzo de la etapa para situarse como virtual maillot amarillo, se vino abajo en la penúltima ascensión y poco a poco fue perdiendo terreno. El “Negro” Ramírez comenzó entonces su remontada, superando al francés y aguantando para heredar el maillot amarillo de su jefe de filas. El problema es que su diferencia en la general era exigua, solo 22 segundos sobre el campeón de todo en Francia.

El “Negro” sonreía emocionado en meta, pero parecía imposible que pudiera retener esa prenda en la última jornada. Quedaban dos sectores en la carrera, uno llano y una contrarreloj donde a priori Hinault era superior. Por si fuera poco a Ramírez solo le quedaba un compañero en carrera, su compatriota Pablo Vilches, pero los colombianos se aferraban al clavo ardiendo de que la contrarreloj no era completamente llana. Esa tachuela, que aparecía al principio del perfil, era su gran esperanza.

Un día redondo

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El «Negro» Ramírez resistiendo el amarillo ante Hinault – ©La Ruta del Escarabajo

Lunes 4 de junio de 1984. Día festivo en Colombia. Todo un país pendiente de lo que pueda hacer Martín Ramírez en su odisea ante Bernard Hinault a miles de kilómetros de distancia. La emoción crece después de que el primer sector deje todo absolutamente igual. Hinault no pudo ganar la etapa y sumar la bonificación, así que el “Negro” Ramírez partiría con los 22 preciados segundos de ventaja de cara a la última contrarreloj. Allí ya sería un cara a cara, un duelo al sol donde David superó a Goliat.

Y lo hizo porque su estrategia fue la acertada, la justa para mantener el maillot amarillo gracias a una bicicleta de contrarreloj prestada – el equipo colombiano no disponía de ellas – y una gran subida donde consiguió abrir una brecha de casi 40 segundos sobre Hinault.

En la bajada Ramírez salvaría los muebles y acabaría finalizando incluso por delante de su rival en la contrarreloj. Eso era lo de menos, porque la noticia era que Ramírez conseguía la primera victoria para el ciclismo colombiano en la Dauphiné. Una victoria que resonó por todo el mundo y que contaban así nuestros compañeros del diario El País.

Revista Mundo Ciclístico nº 75
Extracto de la revista «Mundo Ciclístico» número 75

La hazaña del equipo colombiano no pasó desapercibida y sus mejores ciclistas encontraron acomodo en equipos europeos. También lo haría el “Negro” Ramírez, la gran esperanza desde entonces, y que solo conseguiría otra gran victoria en el Tour del Porvenir del año siguiente. Además, correría las tres grandes y acabaría siendo uno de los aguerridos escaladores del histórico equipo Café de Colombia. Ese con el que Lucho Herrera repetiría victoria en la Dauphiné unos años después.

En tiempos de primavera es bueno recordar el invierno, ese donde unos pocos pioneros abrieron el camino para los héroes actuales. Esos que todos conocemos, los Quintana o Chaves, los sucesores naturales de las hazañas de Martín Ramírez en las carreteras francesas. El “Chavito” sueña con emular a su compatriota en la Dauphiné, mientras Nairo recupera fuerzas para julio. Y es que los dos, en lo más profundo de su ser, albergan la ambición más grande: convertirse en el primer colombiano en ganar el Tour de Francia. Para culminar la primavera, para recordar a los pioneros y sobre todo para abrazar al pasado desde un presente más glorioso que nunca.

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